YO JAMÁS BEBO... VINO
Luego de ocuparse de mi equipaje, me llevó a que tomara un refrigerio. El viaje habrá sido cansado- dijo- y es mejor que reponga fuerzas.



Mis criados no están disponibles en este momento.














En el transcurso del tiempo, se vio que esa relación no fue del todo.... fructífera, sentenció el Conde.
Hice un comentario al respecto que no debió de parecerle procedente a mi anfitrión. La historia de mi familia no es cosa para tomar a risa... gritó.
Y se encolerizó... blandiendo contra mí una de aquellas viejas espadas.
Pero su ira pronto se vio sustituida por la altivez de su voz: Los Drácula tenemos el derecho de sentirnos orgullosos. ¿Qué diablo o hechicero fue más grande que Atila, cuya sangre corre por mis venas?
Comprendí lo desafortunado que había estado al tomar a broma la historia de aquel hombre y su estirpe, y rogué al Conde que me disculpara.
Después de la cena, expresó su impaciencia en cumplimentar los documentos por los que adquiría entre otras la finca de Carfax, en Londres. Mientras procedía con el papeleo, oí un lamento como de lobos.
El Conde me instó a que le siguiera a uno de los balcones. Escuche, amigo mío - dijo. Qué dulce música. Son los hijos de la noche. ¿No le parece hermoso? ¿Cómo me iba a parecer hermoso aquel diabólico ruido? Observé los ojos del Conde y me estremecí.
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